Es difícil definir el concepto de emoción ya que puede ser explicada y definida desde muchas y diferentes perspectivas de estudio. Por esta razón, la emoción ha sido estudiada desde diversos paradigmas psicológicos como, por ejemplo: la orientación biológica que habla de los patrones de activación controlados por el sistema nervioso central. La orientación conductual, en el estudio del miedo como emoción pragmática en el proceso emocional. Y la orientación cognitiva, que asume la emoción como fruto del procesamiento cognitivo, tomando en cuenta principalmente a la valoración del sujeto en la experiencia emocional.
Tomando todo esto en cuenta, según Kleinginna (1981) define la emoción como “un conjunto de interacciones entre los factores subjetivos y objetivos, que son mediados por sistemas neuronales y hormonales; generando sentimientos, procesos cognitivos, ajustes fisiológicos y que desarrollan una conducta frecuentemente expresiva cuya finalidad es la adaptación.”
Así mismo, Damasio (2010) nos explica que el mundo emocional es sobre todo un mundo de acciones que llevan a cabo nuestros cuerpos como, posturas y expresiones faciales. Tomando en cuenta esto, Victor M. Belmonte Lillo define emoción como “un estado afectivo, de elevada intensidad y poco duradero, implicando una serie de condiciones desencadenantes (…) y el primer contacto psicológico con la realidad, adaptándonos al medio”.
Con esto podemos ver que somos un ser integró, lo que sentimos es lo que expresamos y es aquí donde es importante conocernos, para poder desarrollar inteligencia emocional.
El autor Reeve en 1994, define tres funciones principales que toda emoción debe de cumplir. La primera y más importante es la función adaptativa, esta emoción prepara al organismo con la energía necesaria para que se lleve a cabo, y se dirige a un objetivo determinado.
La segunda, es la función social, en la que según Izrad (1989), permite la comunicación de estados efectivos porque actúan como mensajes no verbales, controlando la conducta de los demás ya que pueden provocar conductas tanto positivas como negativas, y facilitan la interacción social por ser motivadas de manera social más que emocional.
Y la última pero no por eso menos importante, es la función motivacional, nos explica Fernández-Abascal, Jiménez & Martín (2003), que toda conducta motivada produce una reacción emocional y a su vez la emoción facilita la aparición de algunas conductas deseadas.
El autor Stemmler (2004) argumenta que las emociones permiten codificar los estímulos como positivos o negativos, influenciar el comportamiento mediante aproximación o evitación, evaluar los estímulos, la memoria y el ambiente. Así como también preparar el comportamiento, comunicar intenciones propias al otro, y responder de manera rápida para evitar amenazas.
Según Goleman(1996), el término emoción se utiliza para referirse a un sentimiento y sus pensamientos característicos así como a una serie de comportamientos , “ya que todas las emociones son esencialmente impulsos a la acción; cada una de ellas conlleva a un cierto tipo de conducta”. Las emociones facilitan las decisiones y pueden servir como guía de nuestra conducta, pero al mismo tiempo necesitan ser guiadas.
En conclusión, podemos ver que es inevitable que un individuo reaccione con algún tipo de emoción ante cualquier estímulo. Así mismo, es un mecanismo biológico muy importante en el proceso de evolución. Cumple con una función de adaptación al medio, motivación de la conducta y regulación en la interacción social.
Por lo que es un tema importante de estudio y de prioridad en cualquier ámbito. Es decir, en el ámbito laboral es fundamental entender las emociones de las personas ya que de ahí se genera la cultura organizacional y desde esa perspectiva podremos tener un mejor entendimiento y campos de acción efectivos. Y en el ámbito personal para poder conocernos y entender por qué reaccionamos de cierta manera y poder hacer un manejo adecuado de nuestra conducta.
Redactado por IVANNA TOUSSANT
Referencias:
Inteligencia emocional y creatividad: Factores predictores del rendimiento académico. De Victor Manuel Belmonte Lillo
La inteligencia emocional. Autor Daniel Goleman (1996)